Por Audoncio Chiri.
Aquí estoy porque he venido,
porque he venido aquí estoy.
Si no le gusta mis modos,
como he venido me voy.
Los
alumnos que ingresan al Albergue son de distintas comunidades, los primeros
días se nota las subculturas que traen cada uno de ellos. En la convivencia les
cuesta relacionarse con los compañeros/as, porque cada uno de ellos tiene su
forma de vestir, de hablar, se siente un clima de desconfianza, en las comidas se
agrupan de acuerdo al género.
Se
dialoga con chicos que se muestran callados y algunos expresan sus sentimientos
dicen: “extraño a mi familia, a mis animales, extraño las comidas que cocina mi
mamá, en mi casa se come más temprano, se duerme más temprano”. Otros preguntan ¿Es verdad que no podemos salir a la
calle para conocer el pueblo? O dicen mi papá tenía que venir a llevar
mercadería ¿ Me puede dar permiso para ir a encontrarme con mi papá? Y hay
quienes cuentan que sus padres les han
dicho “si no te acostumbras en el Colegio te vas a venir a la escuela, total
igual estudian en la escuela.”
Después
de un tiempo y con el constante apoyo y acompañamiento del personal se logra
crear un clima armónico y de confianza, los chicos y chicas adquieren nuevos hábitos, es decir, van realizando un proceso
intercultural porque cuando vuelven a su hogar tienen formas distintas de
organizar su día y lo transmiten a sus hermanos pequeños pero esto no les hace
olvidar la esencia de sus prácticas culturales y se nota cuando llegan al
Albergue con notitas firmadas por los padres donde expresan que sus hijos
quieren faltar para poder participar de los festejos de las fiestas patronales
de sus comunidades, misas chicos en sus casas, yerras y señaladas de sus
animales que siempre terminan con un
baile donde es importante la presencia de los chicos porque ellos son los que
manejan las nuevas tecnologías como el equipo de música, lo mismo ocurre en
época de siembra y cosecha.